Testimonios Kairos

Por Pavel e Ivonne.


El día 13 de marzo de 2023, llaman a la casa desde la escuela de mi hijo de seis años donde le avisan a su mamá que tiene un fuerte dolor de cabeza, su abuelo, que es profesor en la primaria me dice que está llorando del dolor, por lo que mi esposa va por él y lo lleva al doctor a un consultorio cercano a la casa, donde le dicen que posiblemente fue un golpe de calor.

Tenía inflamados los intestinos por lo cual mandan medicamento y ordenan reposo. Al no mejorar, el miércoles 15 lo lleva mi esposa de nueva cuenta a otro consultorio donde le comentan que lo que tenía mi hijo es una infección en la garganta, por eso el dolor de cabeza que presentaba el día lunes, diagnosticaron que la infección había bajado al estómago y por eso la inflamación en los intestinos y la presencia de vómito. Le recetan antibiótico y medicamento para el dolor.

Como no presentaba mejora, el viernes 17 de marzo, llevamos a mi hijo al Hospital 1º de Octubre del ISSSTE, donde nos confirman una inflamación intestinal. Después de la toma de una placa observan la inflamación clara del apéndice. Es ahí donde me doy cuenta de que van a operar a mi hijo, ya no había otra opción de tratamiento y ahí ante nuestro hijo agonizante de dolor, no supimos como abordarlo y comentarle que lo iban a operar. No quisimos añadir más dolor, sin embargo y a pesar de lo que había visto el doctor pasaron más de 4 horas sin que le pusieran siquiera un suero o medicamento, lo dejaron abandonado en una silla de ruedas sin atención, por lo que decidimos pedir su alta y llevarlo a una clínica particular, para que ahí se le realizara la operación.

Para este punto, nuestro hijo ya llevaba una semana de dolores intensos, sin apetito y deshidratado.

Al llegar a la clínica donde lo intervendrían, al hacerle la exploración, nos comenta la doctora que ya no lo puede recibir pues iba muy delicado, puesto que ya se le había reventado el apéndice. Entendimos el riesgo que implicaba que todo el material se regara al interior de su cuerpecito, por lo que ya era una situación de vida o muerte y era urgente la intervención, así que lo llevamos a una clínica pediátrica donde confirmaron el estado crítico de nuestro hijo, sin embargo, no podían operarlo por falta de recursos e insumos.

Con mi hijo en franca agonía, el Señor permitió que lo trasladáramos al Hospital de la Mujer y Neonatologia del Ejército. Llegamos rayando la media noche del día 17 de marzo, pero para que atendieran a mi hijo debíamos pagar una fuerte cantidad de dinero, misma que debía ser en efectivo, sin embargo; el Señor toco el corazón del soldado que me atendió y me extendió el documento que decía que ya habíamos pagado para que pudieran atenderlo de inmediato, en lo que juntábamos el dinero.

La operación fue muy complicada, tuvieron que lavar los intestinos y la cavidad estomacal por el material que se regó, pero el Señor guardo la vida de nuestro hijo. Todo parecía que mejoraba, sin embargo, a los 3 días volvió la fiebre; signo inequívoco de infección, su herida se había infectado. El proceso para eliminar la infección fue a través de un drenado manual que le causaba muchísimo dolor y recuerdo que me pedía que oráramos antes de que le hicieran el drenado pidiendo fortaleza, pues implicaba muchísimo dolor para él.

No hay palabras que describan el sufrimiento de nuestro hijo en esos momentos, hubo un día donde él nos dijo que se rendía, que no quería seguir y fue donde nuestro corazón se rompió, pero no podíamos dejarnos caer, Dios escucho nuestras oraciones y las de la Iglesia, aún con todo mi niño sostuvo su ánimo y el 27 de marzo lo dieron de alta.

Apenas unos días después volvió la fiebre y regresamos al Hospital Militar, donde nos dieron un diagnóstico donde nos explicaron que mi hijo aún tenía restos de pus en su cavidad abdominal y que seguramente se necesitaría operar de nueva cuenta, debido a los costos nos recomendaron ir al Hospital Infantil Federico Gómez, sin embargo, llegamos al Hospital General y después de una radiografía nos dan un diagnóstico más terrible, su intestino estaba girando sobre sí mismo, como los globos con los que hacen figuras y seguramente habría que quitar un pedazo de intestino y la recuperación sería larga. Pero de igual manera ahí no contaban con cirujano pediatra por lo que nos remitieron al Hospital Infantil Federico Gómez, por ser especializado, sin embargo, en este hospital no querían recibirnos, pues sabían de antemano lo delicado de su estado, y ahí el Señor nos regaló otro milagro: mi hijo pudo evacuar. Esto significó que no se estaba torciendo el intestino. Después de realizarle una tomografía, nos comentan que tenía 3 colecciones de pus las cuales eran de 30, 11 y 8 cm las cuales debían operar en ese momento.

De nuevo nos sentíamos desfallecer y estuvimos en oración. Pero al siguiente día nos esperaba otro milagro de nuestro Dios, le hacen de nuevo un estudio ¡y nos dicen que las colecciones desaparecieron! ¡Aleluya, gloria a Dios!

Nos trasladan al 1° de octubre, ya que mi hijo había pasado de estar en una fase delicada. Llegamos al hospital, pero mi hijo ya estaba muy cansado para canalizarlo vía intravenosa; desde que comenzó todo el proceso hubo ocasiones en las que lo tenían que picar de 6 a 7 veces al día, puesto que sus venas no aguantaban, lo ingresan a urgencias y suena la alerta sísmica, después, escuchamos su grito de dolor…

De nuevo entra en nosotros una desesperación por verle sufrir, pasó la noche solo y por la mañana lo suben a piso y Dios nos manda a la Dra. Mora, quien lo atendió de manera excepcional.

Deciden ponerle un catéter central para ya no tener que picarle a cada rato lo cual lo ayudó a no seguir sintiendo tanto dolor. Estuvimos ahí durante una semana en la cual entre las recomendaciones se le mandaba que caminara bastante y al hacerlo mi hijo siempre cantaba alabanzas, dando gracias a Dios por su gran amor hacia él y el milagro que había hecho en su vida. Terminada esa semana, pudimos regresar a casa, gracias a Dios.

Agradecemos enormemente el hecho de tener a todos nuestros hermanos que nunca dejaron de orar por nosotros, porque ahora podemos dar este testimonio; Dios siempre estuvo obrando en mi hijo y por esto, él está con vida e incorporándose a sus actividades normales.

Si alguien nos hubiese dicho lo que íbamos a vivir durante estos últimos meses, no le hubiésemos creído.

Sin duda, este tiempo ha sido una de las pruebas más difíciles que hemos tenido que enfrentar, como individuos y como familia, pero durante ella, ¿Dios ha sido bueno? ¡Claro que sí! Nos preparó a todos para lo que íbamos a enfrentar y mientras lo hacíamos nos fue fortaleciendo y mostrando su cuidado, misericordia y bondad


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